¡El drama de encontrar un colegio en Medellín!

En mi vida de mamá me he topado con mucho momento críticos. Uno de ellos fue recibir la noticia de no poder amamantar a mis bebés, crítico por no vivir el lazo más profundo que todos profesaban y más crítico aún por enfrentarme al gasto de mantener a un bebé recién nacido con el famoso tarro de leche que se acababa cada 3 días. Así mismo llegaron los pañales, pañitos, la intolerancia a la lactosa, los productos fitness, la cuna, corral, silla del carro y las MEDIAS. Muchas medias que solo duran una semana en casa. ¿Por qué? No sé, el misterio de las medias se volvió un caso perdido en la sociedad y en mi cabeza.

Pero nadie se imaginaba lo que vendría después, nadie hablaba del momento con mayor estrés en una mamá. No lo muestran los comerciales de televisión, ni los stand up comedy que se burlan de lo peor de la maternidad, ni las amigas que se reunían a alentarte a tener otro hijo más y mucho menos tu mamá, tu consejera, la que ya vivió todo lo que tu empiezas a vivir. ¿Complot? ¿Olvido? ¿Positivismo? Nadie sabe y quizá yo rompa el molde diciéndole a mis amigas, ¡A USTEDES! Cuál es ese momento shockeante y vertiginoso de mi maternidad:

 ¡LOS COLEGIOS! ¿alguien se atreve a hablar de esto? Yo sí.

Todo empezó un día en el que animadamente me levanté con ganas de ingresar al colegio a mi hija mayor que en ese momento tenía solo dos años. Llamé a mi primera opción, el colegio de niñas y monjas más famoso de Medellín y convencida de que el papeleo sería rápido, pedí un cupo como alguien pide un arma en estados unidos:

–       ¿Aló?

–       Hola, Soy Tatiana y me gustaría ingresar a mi hija Valeria al colegio.

–       Si claro, ¿cuántos meses de embarazo tiene?

–       ¿Perdón? ¿Quién está embarazada? ¿Mi hija? ¿Yo?

–       ¿Ya la bebé nació? Me refiero a su hija Valeria.

–       Ahhhh clarooo, ya tiene 2 años y está lista para ingresar.

–       Mmmmmm (chasquido de lengua) señora es que acá los cupos se piden con 2 o 3 años de anterioridad. Y no tenemos cupos para el grado en que entraría su hija y la lista de espera es de 100 familias ¿Desea ser las 101?

–       Ni que fuera dálmata, muchas gracias.

*Colgamos*

 Yo me quedé en silencio y me pregunté: Acaso las familias de ahora hacen el amor con un chamán al lado para ver si la cosa cuajó y si cuajó ¿qué sexo sería para de una vez poder pedirle cupo a una niña en un colegio femenino? ¡Cuanta tecnología por Dios! Y asombrada llamé a mi esposo a ver si él tan citadino podría explicarle a una pueblerina como yo, la función reproductiva de hoy en día.

Descarté esa opción pensando que era un colegio de locos y llamé a otro colegio, y a otro y a otro y a otro. Todos sin cupos. Pareciendo que mi única opción era dejar a mi niña analfabeta o recurrir al famoso Homeschooling que no me hacía gracia en lo absoluto, porque eso de quedarme en casa 24/7 perdiendo la paciencia cada 5 minutos no era lo mío. (aplauso para las que lo hacen, ya se ganaron el cielo de las buenas madres)

Hasta que un día por fiiiiin, (o eso creía mi yo iluso) encontré un colegio con cupos, WOW, un sueño hecho realidad, y más porque aprendería alemán, inglés, música, artes ¡el sueño de todo papá! Lo visitamos y nos enamoramos al instante, así que llegamos al punto crucial ¿Cuánto cuesta y cuando empieza? No queríamos esperar un día más. La respuesta me dejó sorda, o eso creía yo que tuve que pellizcar a mi esposo para que me deletreara el valor de nuevo $2.800.000 ¡¡¡LA MENSUALIDAD!!! y bueeeeno, pensándolo bien ¿quién necesita el alemán? Y pues música cantamos también en la casa, y sí, el colegio era grande pero pues ¿y si se perdía en esa inmensidad? Era mejor no arriesgarse a tanto…¡Excusas! Las excusas que toda persona sin plata como nosotros pondría, nos despedimos aún temblorosos y salimos por la puerta como a quién le acaba de salir el diablo.

Pensé que la mejor opción era devolverme a mi pueblo, ahí el mejor colegio campestre costaba $300.000 y el transporte no era necesario pues todas las distancias no son mayores a 20 minutos y los niños merendaban con $3.000 felices. Claramente no era una opción viable por nuestro trabajo. Así que seguí buscando y encontrando colegios que no se acoplaban a nuestro estilo de vida ni ideologías, yo no quería un colegio tradicional y me entristecía saber que las oportunidades de nuestros hijos se basaban en el nivel económico o de influencias que tenías como papá.

Me sentía pagando algún tipo de karma por alguna travesura a mi mamá en el pasado, ¿sería por aquella vez que nos volamos a Coveñas un 1 de enero a las 5am sin permiso de nadie? O ¿Sería la vez que le rompí su crema antiarrugas más cara del mercado?

Mejor dejé el tema a un lado y me resigné a seguir con Valeria en casa un tiempo más mientras nos ganábamos el baloto o algún premio bien gordo que me permitiera darle la educación soñada para mi hija… ¡y ese día llegó! Nos ganamos el premio mayor cuando conseguimos la casa de nuestros sueños fuera de la ciudad, nos ganamos el premio mayor cuando visité el colegio Waldorf de rionegro y nos aceptaron de inmediato, me gané el premio mayor cuando me dijeron que la mensualidad era de $540.000 incluyendo todas las actividades extracurriculares sin costo que toda familia quisiera para sus hijos. Me gané el premio mayor cuando conocí la humanidad y el abrazo escolar de nuevo.

Hoy yo me gané el premio mayor, pero me indigna que muchas familias no. Me indigna que hayan hecho de la educación el negocio más lucrativo del país, me indigna que las entrevistas de ingreso sean parecidas a pedir un préstamo. ¿Cuánto gana? ¿Qué carro tienen? “Permítame los extractos bancarios” (y mientras uno piensa que es que le van a dar una casa, se da cuenta que están examinando qué tan apto eres para convivir con las demás familias).

Me rehúso y me rehusaré a vivir en este caos que se llama ESCOLARIDAD. Porque los niños son la prioridad y muchos colegios no se han dado cuenta.

Tatiana Gómez

Creadora de No más sopa Mamá

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